¿Por qué todo gira cuando cierras los ojos después de una noche de copas?
¿Alguna vez has sentido la habitación girar al acostarte, tras haber bebido en exceso? Esta sensación, conocida como el «efecto cama voladora», es en realidad un vértigo temporal y tiene una explicación directa en tu sistema vestibular, el mismo que tratamos en esta clínica.
Este sistema se encuentra localizado en el oído interno, y está compuesto por una serie de canales llenos de líquido (endolinfa) y pequeños sensores llamados “receptores vestibulares” que informan a nuestro cerebro sobre cómo estamos colocados en el espacio, lo que nos ayuda a mantener el equilibrio. Cuando consumimos alcohol en grandes cantidades, este llega rápidamente a la sangre, y después a todo el organismo, incluido el oído interno. El alcohol tiene una densidad diferente a la endolinfa del oído interno, lo que altera el comportamiento de este líquido y provoca que nuestro sistema del equilibrio envíe señales erróneas al cerebro, dando lugar a la sensación de giro aunque estemos tumbados en la cama. Además, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central, lo que altera el funcionamiento de algunas partes del cerebro, como el cerebelo, que es el ordenador encargado de procesar la información referente al equilibrio. Como consecuencia, la sensación de giro es incluso más acentuada. La sensación suele empeorar al cerrar los ojos, ya que perdemos la referencia visual, que es uno de los elementos que nos ayuda a orientarnos en el espacio
¿Un truco para calmarlo? La ciencia del «pie en el suelo».
Si alguna vez has experimentado esto, es posible que hayas notado que apoyar un pie descalzo en el suelo alivia la sensación. ¿Magia? No, neurociencia.
Este acto envía una señal de estabilidad a través de tu sistema propioceptivo (el sentido de la posición corporal). Se crea entonces un conflicto en tu cerebro: por un lado, el oído intoxicado le grita «¡estamos girando!», y por el otro, el pie en el suelo le demuestra «¡estamos quietos y firmes!».
Ante esta contradicción, el cerebro se agarra a la información más clara que tiene: la del pie firme en el suelo. Esta sensación sólida es tan convincente que el cerebro «le cree» más al pie y aprende a ignorar progresivamente las falsas alarmas del oído, calmando así la sensación de vértigo
